A lo mejor un día te miras al espejo y tienes una peca más. A lo mejor el pelo te ha crecido un milímetro o has pegado el estirón y mides centímetro y medio más. Quién sabe, quizá incluso te notas el cambio, pero nada comparable a lo que sentí yo esa mañana. Pasar de niña a adolescente en una noche no es lo normal, eso seguro, pero yo no hablo de un grano ni nada de eso, no. Por la noche tienes aspecto y te sientes como una niña de diez años y al despertarte han pasado siete años y a tu alrededor todo ha cambiado. En tu mente también hay recuerdos de la adolescencia, de cumpleaños y cosas que te pasaron entre los diez y los diecisiete, pero te has dado cuenta de que hay cosas que no has vivido, que solo recuerdas, y también sabes que en una noche han pasado siete años. ¿Cómo es posible? Al verte al espejo lo primero que piensas es: "Magia". Acto seguido recuerdas esa frase que dijeron en una serie (ya no recuerdas cuál, la viste como con diez años): "Llamamos magia a las cosas que todavía no conocemos, las cosas del futuro" y te das cuenta de que nada en el mundo ha podido pasar para que de pronto estés en 2025 en lugar de en 2018. Te sientes extraña, como si en tu mente estuvieran conviviendo tu yo de diez y de diecisiete años, con sus recuerdos, sus fantasías y sus vidas entremezcladas, todas juntas en un nudo imposible de deshacer. Y de pronto, lo sabes. Sabes que eso es exactamente eso lo que ha pasado: tus yo de diez y diecisiete años conviven en tu cuerpo de 2025. Es decir, en el cuerpo de una adolescente de 2025 con diecisiete años hay una segunda conciencia aparte de la habitual: la suya de diez años. Y ahora solo puedes preguntarte una cosa: ¿cómo ha podido pasar?
Como cada mañana, abrió el único chat que tenía fijado y escribió con velocidad: "buenos días! :)", guardó el móvil en su bolsillo trasero y fue a desayunar. Se puso el café y le llegó un mensaje, lo que hizo que el corazón de la chica se parara por un momento y comenzara a latir con mucha fuerza al pensar que había sido ese chat de arriba del todo el que había sonado. Sabía que no era así, pero aún le pasaba, no había conseguido acostumbrarse a la ausencia de la antigua dueña de esa conversación. Supuso que era normal, apenas hacía diez días de todo, bastante que iba a volver a clase. Se tomó el café y una tostada a duras penas, desde que su ángel de la guarda se había ido nunca le apetecía comer nada. Le dolía que los buenos días nunca tuvieran un segundo tick indicando que habían llegado a su destinataria. Pero es que en realidad ya no había destinataria. La chica salió del portal y caminó, triste, mientras una canción que no era capaz de escuchar sonaba en sus cascos y ...
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