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OLIVIA

¿Y alguna vez te paraste a pensar el daño que harías? ¿El mal que podías ocasionar, la herida sin curación que dejarías? Yo sé que no, claro que no,  ahora ya nunca te paras a pensar en nada que no seas tú, y eso duele. Duele porque no puedes haber dejado atrás de golpe todos los momentos bonitos, pero también los que no lo son tanto. Los momentos que tuvimos la ocasión de vivir juntas y que conformaron nuestra infancia y nuestra adolescencia. Como el día que te escapaste del cole para que nos viéramos porque yo estaba enferma y cuando el profesor se enteró te echo de la escuela unos días, y a tus quince años viniste una semana a casa durante el horario escolar, lo bien que nos lo pasamos. O el día que nos escondimos en el despacho a oscuras y nos descubrieron porque se me veían las piernas a pesar de la luz apagada. ¿Cómo puedes haberlo olvidado, Olivia? ¿Cómo puedes haber cambiado tanto de pronto? Tú misma me enseñaste que las personas cambian, pero no de la noche a la mañana. Tú misma decías eso, y ambas sabemos que es cierto. ¿Cómo puedes haberme hecho esto, princesa? Así nos llamábamos la una a la otra. ¿Eso también lo has olvidado, como todo lo demás? No sé por qué de pronto solo miras por tu propio interés, no lo entiendo. Tú nunca fuiste así y eso me llena de dolor, no sabes cómo. El vacío que llevo dentro cada día es insoportable, ¿sabes? Cada mañana me levanto con la sensación de que ya nada vale la pena y eso es porque ya no estás conmigo, a mi lado, para apoyarme y hacerme ver la vida de manera más positiva, por eso vivía yo, por verte, porque me alegraras los días... y ahora solo haces que me duela despertar. No encontraré nunca una hermana como tú, aunque te hayas convertido en una Olivia que no es la que yo conocí, aunque no seas la Olivia con la que crecí, no te olvidaré. Aún te quiero con locura, ¿sabes? A pesar del daño que me has hecho te quiero y te deseo lo mejor en la vida, pero ya lejos de mí. Después de lo mal que lo he pasado, no quiero saber nada mas de ti. Alba

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