"Cuando sientas que el mundo se te cae sobre los hombros, que el peso es demasiado y que vas a caer de rodillas yo te dejaré mis manos para sostenerlo, para que puedas descansar, yo lo sujetaré por ti." Así empezaba la carta. Y así terminaba. En aquel misterioso trozo de papel que habían deslizado bajo la puerta solo ponía eso, lo cual no me daba ninguna pista sobre quién podía ser el autor o la autora de ese texto. Me pareció muy bonito, eso sí, pero extraño al mismo tiempo. ¿Quién se iba a tomar la molestia de subir hasta un octavo en un edificio en el centro de la ciudad para deslizar un mensaje así bajo la puerta? Alguien que quería llamar mi atención. Y probablemente alguien que me tuviera cariño, aunque quizá era falso. Repasé mentalmente amores del pasado, sobre todo los del insti, pero no encontré ninguno que fuera capaz de algo así, ni siquiera que supiera dónde vivía, así que descarté los chicos con los que había tenido relaciones amorosas. Me quedaron amigos o amigas cercanas... y amores platónicos. Que yo supiera no lo había sido nunca de nadie (aunque alguno había tenido), pero eso no quitaba que quien fuera lo hubiera mantenido en secreto. No, no me cuadraba, en el cole y en el insti había sido un poco empollona (tampoco mucho) y además no había tenido muchos amigos, una vez me enteré de que uno quería relación conmigo, pero ni siquiera me lo dijo nunca, y jamás llegamos a hablar casi. No, no podía ser él. Entonces, ¿quién si no? Instintivamente, de pronto, le di la vuelta al papel y leí: "alguien que quiere hacerte daño". Un escalofrío me recorrió de arriba a abajo en mitad del "salto"
Como cada mañana, abrió el único chat que tenía fijado y escribió con velocidad: "buenos días! :)", guardó el móvil en su bolsillo trasero y fue a desayunar. Se puso el café y le llegó un mensaje, lo que hizo que el corazón de la chica se parara por un momento y comenzara a latir con mucha fuerza al pensar que había sido ese chat de arriba del todo el que había sonado. Sabía que no era así, pero aún le pasaba, no había conseguido acostumbrarse a la ausencia de la antigua dueña de esa conversación. Supuso que era normal, apenas hacía diez días de todo, bastante que iba a volver a clase. Se tomó el café y una tostada a duras penas, desde que su ángel de la guarda se había ido nunca le apetecía comer nada. Le dolía que los buenos días nunca tuvieran un segundo tick indicando que habían llegado a su destinataria. Pero es que en realidad ya no había destinataria. La chica salió del portal y caminó, triste, mientras una canción que no era capaz de escuchar sonaba en sus cascos y ...
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