Agachando la cabeza digo:
- No valgo para mucho... Bueno, ni para poco. No valgo, solo peso y soy pesada. Ella se agacha frente a mí, me coge las manos y me mira, muy seria:
- No se te ocurra volver a decir eso, ¿me oyes? No se te ocurra. Tú vales mucho, y eres grande. Muy grande - pronuncia el "muy" fuerte, como con rabia - Tienes mucho talento, princesa, úsalo. Eres especial, única, inteligente, ingeniosa, risueña... La Candela de la que me enamoré era alegre y no se preocupaba mucho por los problemas. Era libre, no se dejaba llevar por el qué dirán ni por los comentarios del resto, vivía como le daba la gana y se mostraba al natural frente a todo el mundo. La Candela que conocí era muy valiente, y aunque tenía sus miedos siempre los enfrentaba, les plantaba cara y les cerraba la puerta en las narices. Mira, todos somos únicos, pero no todos somos especiales. Tú puedes presumir de ser única y especial. Y no eres perfecta, claro que no, tienes tus defectos y tus inseguridades, como todo el mundo, pero eres genial. Nunca en tu vida vuelvas a decir que no vales, ¿de acuerdo? No lo vuelvas a decir porque tú sí que vales, vales para mucho, mi vida, y nadie debería menospreciar a nadie. Ni siquiera uno mismo, ¿me oyes? Así que olvida lo último que ha pasado, olvida los comentarios de esas niñatas, ignóralas, como si no existieran, y date otra oportunidad a ti misma. Te mereces vivir la vida, tú más que nadie, que ya lo has pasado suficientemente mal en la vida, ya has sufrido bastante, así que ahora sal ahí fuera a comerte el mundo, no permitas que nada te ponga triste nunca, ¿vale, mi amor? No lo permitas, porque nadie más que tú tiene control sobre ti y sobre lo que sientes. Sé valiente, Cande, y enfréntate a los obstáculos del camino en vez de bloquearte, para que vean quién manda aquí, demuéstrale al mundo lo fuerte que eres. Sal, princesa, a vivir la vida y a comerte el mundo, déjales claro quién eres, déjales claro qué eres y, sobretodo, déjales claro lo que implica ser quien eres y siéntete orgullosa de ello.
- No valgo para mucho... Bueno, ni para poco. No valgo, solo peso y soy pesada. Ella se agacha frente a mí, me coge las manos y me mira, muy seria:
- No se te ocurra volver a decir eso, ¿me oyes? No se te ocurra. Tú vales mucho, y eres grande. Muy grande - pronuncia el "muy" fuerte, como con rabia - Tienes mucho talento, princesa, úsalo. Eres especial, única, inteligente, ingeniosa, risueña... La Candela de la que me enamoré era alegre y no se preocupaba mucho por los problemas. Era libre, no se dejaba llevar por el qué dirán ni por los comentarios del resto, vivía como le daba la gana y se mostraba al natural frente a todo el mundo. La Candela que conocí era muy valiente, y aunque tenía sus miedos siempre los enfrentaba, les plantaba cara y les cerraba la puerta en las narices. Mira, todos somos únicos, pero no todos somos especiales. Tú puedes presumir de ser única y especial. Y no eres perfecta, claro que no, tienes tus defectos y tus inseguridades, como todo el mundo, pero eres genial. Nunca en tu vida vuelvas a decir que no vales, ¿de acuerdo? No lo vuelvas a decir porque tú sí que vales, vales para mucho, mi vida, y nadie debería menospreciar a nadie. Ni siquiera uno mismo, ¿me oyes? Así que olvida lo último que ha pasado, olvida los comentarios de esas niñatas, ignóralas, como si no existieran, y date otra oportunidad a ti misma. Te mereces vivir la vida, tú más que nadie, que ya lo has pasado suficientemente mal en la vida, ya has sufrido bastante, así que ahora sal ahí fuera a comerte el mundo, no permitas que nada te ponga triste nunca, ¿vale, mi amor? No lo permitas, porque nadie más que tú tiene control sobre ti y sobre lo que sientes. Sé valiente, Cande, y enfréntate a los obstáculos del camino en vez de bloquearte, para que vean quién manda aquí, demuéstrale al mundo lo fuerte que eres. Sal, princesa, a vivir la vida y a comerte el mundo, déjales claro quién eres, déjales claro qué eres y, sobretodo, déjales claro lo que implica ser quien eres y siéntete orgullosa de ello.
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