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UN ÚLTIMO ADIÓS

En medio de aquel silencio me dirigió una inexpresiva mirada, sin embargo; la expresé como un último adiós, y se alejó hasta perderla de vista. Ya no éramos felices, ni ella ni yo, sabíamos que no nos veríamos más, y eso nos rompía por dentro. Su blanca piel ya no resplandecía ni lucía una reluciente sonrisa, ahora su simétrica carita expresaba una increíble tristeza. Al día siguiente de su marcha, mis padres tuvieron la sensatez de dejarme sola en mi cuarto, aunque me trajeron algo de comer hacia media mañana y a la hora de la comida. No merendé nada y para la cena salí. Sin decir nada mi padre me abrazó fuerte y mi madre me dio un beso en la frente. Durante la cena estuvimos hablando de Inés y recordamos un montón de momentos que habíamos vivido ella y yo. Estábamos en el sofá viendo una peli cuando llamaron al timbre. Al abrir vi a mi novia llorando. Me juró que hasta que nos muriéramos no nos íbamos a separar, por muchos problemas que nos pusieran. Nos dimos un abrazo fuerte fuerte y la invité a pasar. Mis padres se sorprendieron mucho de verla allí, pero le dijeron que se sentara y le llevaron un vaso de agua. Me explicó que después de que yo me fuera había fingido que todo seguía su curso hasta el momento de subirse al avión, cuando había echado a correr hacia la puerta. Una vez fuera no ocurrió como en las pelis, que siempre encuentran un lugar al que subirse, así que salió corriendo por donde pudo hasta llegar a la parada de bus más cercana, a unos dos o tres kilómetros de allí. A pesar de que sus padres habían cogido el coche en seguida, tuvo la suerte de que el autobús llegó muy rápido, así que pagó y se subió, aún con lágrimas en los ojos. Una vez en la ciudad, había ido andando hasta mi casa. Cuando terminó de contármelo todo se había hecho de noche, así que decidimos que se quedaría a dormir. Por si acaso, la abracé muy fuerte.

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