Historia a partir de la palabra "abrazos"
Siempre buscabas unos brazos en los que refugiarte. Ella, en concreto, nunca te los ofrecía, pero seguías buscándola. De despedida, la envolvías con tus brazos y ella hacía lo mismo, pero era fugaz. Y tú buscabas un abrazo fuerte y duradero. Que, aunque hubiera terminado, siguiera sintiéndose como el rumor de las olas en la playa. Suave, apenas audible, tranquilizador, pero siempre presente. Siempre contigo.
Dijo "odio los abrazos" y, aunque por dentro te partió en dos, bromeaste sobre el tema. Bromear era tu forma de defenderte cuando algo no funcionaba.
Corrigió que odiaba los abrazos por un "odio los abrazos fingidos", ante lo que bromeaste y te recompusiste un poquito. Poco, pero fue como cuando te enteras de que algo ha ido bien y tu boca dibuja una pequeña sonrisa que expresa una felicidad incontenible.
Seguiste buscándola, buscando un abrazo fuerte y que se quedara contigo.
Cuando se marchó, el fin del mundo llegó a ti hasta que te diste cuenta de que ninguna persona es esencial. Además, sabías que ella volvería.
Volvió.
Y te abrazó.
Con fuerza, alegría y lágrimas en los ojos.
Te abrazó.
Habías encontrado por fin sus brazos, la habías encontrado a ella.
"Adoro los abrazos", dijo.
Y esta vez no bromeaste.
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